jueves, 22 de mayo de 2008

Ocaso

Hace un momento todavía llovía
y el cielo tenía un color casi negro,
la lluvia dejo de caer sobre el suelo
y el cielo poquito a poco se abría.
 
Entre las nubes un cielo azul
se conseguía lentamente atisbar,
como si se quisiera quitar
un gran velo hecho con tul.
 
Una claridad cegadora invadió
por un instante las húmedas calles,
las casas, los ríos, montañas y valles,
y después pausadamente descendió.
 
El cielo se tornó anaranjado,
cuando el sol se escondía
tras aquella nube sombría
poco a poco pasaba a colorado.
 
Y cuando nuestra rotación
lo fue llevando detrás de los tejados,
mis ojos por tal belleza cegados
lloraron de tanta emoción.
 

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