viernes, 8 de octubre de 2010

En el Ruedo

Con el alma torera llegaba a tu casa
dispuesto a lidiar la fiera más bella,
ejemplar de origen, casta y raza.

A puerta gayola plante mis rodillas,
saludando a mi hembra de frente,
mientra entre dientes soltaba alguna risilla.

Dos verónicas ajustadas a su cintura,
atemperaban la sacudidas de su embiste,
y con las chicuelinas me hice con su bravura...

Un solo puyazo de castigo en varas,
para saciar su energía y menguar la fuerza,
y así ocultar en la muleta mis taras.

Por naturales recibí los derrotes
de unas caderas divinas,
con la cara altiva y arrogante.

Como remate a cada tanda un pase,
por esos pechos bisoños y angelicales,
un pase de pecho con clase...

Y que mejor premio a su bravura
que un indulto solicitado por la afición,
y por este torero que nunca estuvo a la altura.



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